Por Carlos Gamo

Corren malos tiempos para la socialización presencial. La pandemia mundial nos aisla físicamente, pero, dado que la comunicación humana no se extingue, busca, como el agua, un lugar por donde fluir. Las personas, atrapadas en sus casas, no dejan de crear, de comunicarse, de decir, de un modo u otro quiénes son, qué les pasa, qué les fascina y asusta… . Es inherente a nuestra especie y, como podemos observar, estar recluidos no es obstáculo para ello.
El caso de Carlos Gamo es distinto. Él no ha necesitado estar sometido a un confinamiento para expresarse, para desarrollar sus habilidades como dibujante, lo lleva haciendo desde hace mucho, mucho tiempo. Como ciclista supo aunar el ritmo lento, la mirada calmada (¡sufrida, enamorada!) del cicloturista, con la observación minuciosa, hipnotizada, del dibujante. Y en un alarde de generosidad propio de él y del momento que estamos viviendo (¡cuántas personas están lanzándose a dar lo mejor de sí mismas a pesar de las restricciones impuestas!), nos regala un cuadernillo de sus dibujos.
Desde la distancia física, desde la proximidad virtual y amistosa, no podemos dejar de darle las gracias por abrirnos una puertecita a esos paisajes de los que, en estos momentos, no podemos disfrutar si no es a través de las imágenes que otros han tomado o, como en su caso, creado y recreado.
Dentro de no mucho (esperemos), podremos volver a recorrer a lomos de nuestras queridas bicicletas, esa España rural sobre la que se acumulan los rayos de sol, las gotas de lluvia.
Hasta que podamos hacerlo, ¿qué mejor modo de disfrutar de un cicloviaje que a través de estos magníficos dibujos?